jueves, 13 de septiembre de 2012

Cronicas!

Crónicas:

Hechos de religiosidad en Colombia

La preponderancia del catolicismo romano tiene hondas raíces en los procesos de conquista y colonización por parte de España después de 1492. En dicho proceso, la imposición de una cultura europea de corte católico determino la exclusión de cualquier otra manifestación religiosa en el suelo colombiano. El siglo XVI fue además un tiempo de profundas convulsiones socio-políticas en Europa con el enfrentamiento entre los católicos fieles al Romano Pontífice y los seguidores de la Reforma Protestante iniciada por Lutero y Calvino. Ello no sólo influyó en la actitud de los conquistadores españoles en sus nuevos dominios de ultramar, provocando además el establecimiento en Cartagena de Indias de la Inquisición española, con el fin de salvaguardar la ortodoxia religiosa - cultural. Por otra parte, las influencias tridentinas y barrocas dieron un sello particular al catolicismo establecido en el país, presente todavía en tiempos contemporáneos.
Durante el proceso de independencia iniciados a principios del siglo XIX, varios clérigos criollos simpatizaron con la causa patriota y participaron activamente como agitadores, capellanes y aún soldados. Varios de ellos incluso llegaron a ingresar a la masonería cuyas logias se establecieron por esos años con gran aceptación de parte de las elites locales. Luego de un proceso dubitativo, el Vaticano reconoció en 1835 al nuevo estado independiente y estableció relaciones formales con este, iniciando además un proceso de romanización eclesiástica. Al tiempo, las elites liberales en el poder presionaron por el establecimiento de un estado cada vez más libre el influjo eclesiástico, lo que provocó choques de poder con la institución clerical que no estaba dispuesta a ceder su espacio en la sociedad.
Vale la pena aclarar que este hecho se presentaba en el contexto de la lucha entre federalistas y centralistas, aquellos de escuela liberal influenciados en laRevolución francesa, estos de corte conservador, fieles a la herencia española de honor militar y clericalismo; conflicto que más tarde desencadenaría en una de las guerras civiles del XIX que vivió la joven república, periodo conocido como la Patria Boba. En este conflicto se destacan episodios como la expropiación de bienes eclesiásticos, llevada a cabo por Tomás Cipriano de Mosquera en 1861-63, la declaratoria de tuición de cultos (1861) extrañamientos de obispos, supresión de comunidades religiosas (1861) o la expulsión de los Jesuitas (en dos oportunidades: 1851 y 1861). Finalmente, los intentos del gobierno radical por establecer un sistema educativo "neutro" en materia religiosa degeneró en una guerra civil (1877) donde participaron activamente varios obispos y clérigos. A partir de 1886 las relaciones entre ambas potestades se regularizaron de nuevo con el establecimiento de una nueva constitución centralista, que reconocía a la Iglesia Católica como fundamento de unidad nacional.
En 1887 se firmó un concordato con la Santa Sede, en el cual se le otorgaba a la institución eclesiástica el control del sistema educativo colombiano, privilegio que mantuvo hasta la reforma concordataria de 1973, a la vez que le restituía las tierras y bienes que le fueron substraídos durante la desamortización impulsada por los radicales; el gobierno aristocrático de Rafael Núñezpagaría a la iglesia católica una altísima indemnización, al tiempo que se acrecentaban los problemas sociales y la lucha intestina entre liberales y conservadores, evento conocido como laGuerra de los mil días.
El quiebre a la hegemonía total del catolicismo comenzó a darse tímidamente con la llegada -auspiciada por los liberales- a mediados del siglo XIX de la Iglesia Presbiteriana, que actuaba fundamentalmente entre sectores urbanos acomodados. A comienzos del siglo XX llegan otras iglesias protestantes históricas, como los bautistasmenonitas1 y evangélicos. Entre 1932 y 1945 ingresaron las primeras denominaciones pentecostales, dándose una gran confrontación entre la inmensa mayoría católica y los primeros evangélicos, tejiéndose muchos mitos en torno a estos últimos con el ánimo de desprestigiarlos, tales como que eran culpables del comunismo y de la violencia en general, llegando incluso a ser atacados físicamente en sus lugares de culto.2 Pero es a partir de los años 60, gracias a cambios sociales, económicos y culturales que se dan en el país -modernización, urbanización, alfabetización, entre otros-, que el panorama religioso comienza a cambiar visiblemente. De Estados Unidos arriba el pentecostalismo, de corte fundamentalista y proselitista, con creciente aceptación, especialmente entre los grupos populares. También hacen su aparición otras iglesias y nuevos movimientos religiosos de origen cristiano, como La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los adventistastestigos de Jehová, etc. Avanzado el siglo XX irrumpen con fuerza otras confesiones religiosas cristianas en Colombia como la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional; si a ello se añaden otros grupos religiosos minoritarios, como el judaísmo, el islam, el hinduismo se obtiene una creciente diversidad del panorama religioso en el país, aunque manteniéndose aún el predominio del catolicismo.

Hechos de Religiosidad en el Mundo:
Sin duda, el concilio Vaticano II. pero además, los principales sucesos en el siglo **: 
Fueron elegidos Papas: Pio X, Juan XXIII el Papa Bueno, Pio XI, Pio XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II.
En 1917, a partir del 13 de mayo y hasta el mes de agosto, la Virgen Maria se apareció en Fátima, (Portugal) a los niños Lucía Dos Santos de 10 años, Jacinto Marto de 7 años y Francisco Marto de 8
En 1950, el 1 de noviembre, el Papa Pío XII, declaró como dogma de fe la Asunción a los Cielos en cuerpo y alma de la Virgen María mediante la Constitución Munificentisimus Deus. 
El Papa emitió la aprobación definitiva de la obra del Opus Dei.
En 1965, el 8 de diciembre, luego de tres años culminó el Concilio Vaticano II: cuatro documentos doctrinales, nueve decretos normativos y tres declaraciones. 
Sectores del clero latinoamericano plantearon las bases de la teología de la liberación.
En 1980 el Papa Juan Pablo II veneró el Santo Sudario. 
El Papa Juan Pablo II sufrió un atentado en mayo de 1981 en la Plaza de San Pedro.
Monseñor Lefebvre, católico tradicionalista cismático, es excomulgado por consagrar en rebeldía a cuatro obispos. 
Después de casi 500 años la Santa Sede emite un nuevo Catecismo de la Iglesia Católica en 1992 . 
Durante este mismo año es beatificado el fundador del Opus Dei, Jose María Escrivá de Balaguer en la plaza de San Pedro (Roma).

La religion en los medios de comunicacion

La religión en los medios de Comunicación


Es indudable que la situación de la Iglesia con respecto a los MCS cambió radicalmente con el Concilio Vaticano II. En él, no solo a través del decreto Inter mirifica, sino en otros documentos conciliares los padres pudieron ver claramente que el progreso y la tecnología ya estaban “transformando la faz de la tierra”(...). Reconocieron, especialmente, que los desarrollos de la tecnología de las comunicaciones con toda probabilidad iban a provocar reacciones en cadena de consecuencias imprevisibles. Esto, inevitablemente, nos debe llevar a preguntarnos por el papel de la Iglesia y de la teología en esta “sociedad interactiva” que está surgiendo de los nuevos avances.
Quizá debamos plantearnos dos cuestiones ante este tema, una sería ¿cómo puede ayudar la teología a los miembros de la Iglesia en el esfuerzo por mantener su libertad espiritual frente a la poderosa presión cultural que ejercen los MCS? y, segundo, ¿puede utilizar la Iglesia y la teología los MCS para corregir las tendencias culturales dominantes y quizá para comunicar su propio mensaje?. Trataremos de responder a estas cuestiones.
Comencemos diciendo que, en perspectiva teológica, el punto de referencia para entender la relación entre Iglesia y MCS viene dado, en última instancia, por el hecho de que la Iglesia tiene como misión el llevar a cabo la progresiva realización del Reino de Dios. Sólo desde aquí debemos plantearnos este tema. Para Ottmar Fuchs todo lo que ayude a acrecentar la esperanza y la unidad entre los hombres (...) es ya en sí mismo (...) un trabajo por establecer el Reino de Dios en este mundo y, por ello, compete substancialmente a la responsabilidad de la Iglesia. Sin embargo, no todos los autores piensan igual, así Johann Baptist Metz cree que, con respecto al tema que nos ocupa, debemos acudir a la antigua disciplina del arcano, según la cual los primitivos cristianos se abstenían de hablar de sus Misterios, sobre todo de la Eucaristía, en medio de los ámbitos paganos en los que se movían. Para este autor, la utilización de los MCS, por cuanto estos no son objetivos o asépticos transmisores de la información, no es forma adecuada para la transmisión del Misterio cristiano. Sin embargo, en palabras de Bernardino M. Hernando en su artículo “Evangelio y Televisión” nos advierte del peligro de caer en extremismos, no debemos ni actuar con desdén ni sobrevalorar los MCS, ni lo uno ni lo otro constituye una buena medida de lo que debería ser la apreciación evangélica de los llamados por la Iglesia medios de comunicación social. Ciertamente la Iglesia ha hecho y está haciendo un enorme esfuerzo por no caer en ninguno de estos extremismos, pero es indudable que valora y reconoce la gran importancia de que gozan en el momento actual los MCS y reconoce en ellos un instrumento eficaz para su tarea, como nos dice el mismo Juan Pablo II con la llegada de las telecomunicaciones informáticas y de los sistemas de participación informática, a la Iglesia se le ofrecen nuevos medios para llevar a cabo su misión (...) Está claro que la Iglesia tiene que utilizar los nuevos recursos facilitados por la investigación humana en la tecnología de computadoras y satélites para su cada vez más urgente tarea de evangelización .
Una muestra de la importancia que la Iglesia ha concedido, y concede, a los MCS es el número de documentos teológicos que desde la Inter mirifica -y aun antes- hasta nuestros días han venido jalonando la labor magisterial de la Iglesia. Vamos ahora a hacer un breve recorrido por algunos de estos documentos, centrándonos sobre todo en los más importantes magisterialmente, para poder tener así una rápida panorámica sobre el pensamiento de la Iglesia en estos años.
Vamos a comenzar este breve recorrido, como no podía ser menos, por la Inter Mirifica que marcó, dentro del gran hito que fue el Vaticano II, el inicio de una nueva forma de entender las relaciones con los MCS. Dos son las afirmaciones principales que podemos destacar de este decreto: que el uso de los MCS ha de regirse por los preceptos del orden moral y que los fieles cristianos han de recurrir a esos medios como instrumento de su apostolado. Amen de estas dos afirmaciones encontramos en el decreto otras que están en la línea aperturista del Vaticano II tales como el derecho a la información (§ 5), la importancia de la opinión pública (§ 8), etc.
El siguiente documento que vamos a analizar es la instrucción Communio et progressio que la Pontificia Comisión para los Instrumentos de Comunicación Social editó en enero de 1971. Este documento es el más extenso y desarrollado de cuantos se han dedicado al tema que nos ocupa. Una doble fundamentación encontramos dentro del documento en cuestión: un razonamiento doctrinal de la perspectiva cristiana sobre la comunicación y, segundo, un análisis formal de la función que compete a la comunicación en la sociedad humana. Desde esta fundamentación se establecen toda una serie de principios, algunos ya afirmados por la Inter Mirifica, y otros novedosos, pero lo más importante son las conclusiones donde se defiende la necesaria implicación que los católicos han de tener en los MCS, se invita a que la Iglesia toda, universal y local, use intensamente y con calidad de los MCS con vistas a la evangelización y la educación, se alienta a los católicos que trabajan en la industria de la comunicación y se exhorta a la colaboración con los diversos medios en la confección de las noticias sobre la Iglesia.
Por último vamos a tratar la Aetatis novae, documento publicado por el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales en 1991, con motivo del vigésimo aniversario de la Communio et progressio. Este documento repite en muchos puntos lo ya a firmado por la Communio aunque desde un ámbito más reducido, enfocado sobre todo a los miembros de la Iglesia que realizan tareas de comunicación dentro de ella. No obstante, tiene como elemento nuevo la insistencia en la necesidad de la planificación, en cada diócesis, de una pastoral de la comunicación, para la que da las líneas maestras.
Concluyendo, si recordamos las dos preguntas que nos hacíamos al principio de este punto tendremos que decir que la Iglesia pretende ayudar a sus miembros y a todo hombre de buena voluntad frente a la presión cultural creando una conciencia crítica que propicie una lectura cristiana de la realidad de los MCS, mediante el reconocimiento de una serie de derechos de todo hombre que deben ser salvaguardados frente a esa opresión cultural. Y con respecto a la segunda cuestión que nos planteábamos tendremos que decir que, a pesar de esas voces en contra a las que aludíamos, la Iglesia en su magisterio más genuino reconoce la necesidad, la importancia y, sobre todo, la utilidad de los MCS para llevar a cabo su tarea evangelizadora y de servicio al Reino de Dios.